miércoles, 17 de octubre de 2007

TRIBUTO A UN HOMBRE DE CINE

“…gracias, porque me enseñaste a querer una tierra que no conocía…
porque me contaste que en una película cabe un mundo…”


Generalmente cuando vamos al cine, nuestra única misión es pasar por boleteria, comprar uno que otro “combo” de moda, ver la película y abandonar la sala. Por otro lado, y acorde con el tiempo, dicha película llega fácilmente a nuestra ciudad mediante distribuidoras y empresas transnacionales encargadas de ello. Pero años atrás, la cosa no era tan sencilla.
La zona norte de Chile fue pionera en la exhibición de material cinematográfico de la época. Iquique, Antofagasta y cuanta oficina salitrera existiera, se mantenía al día gracias a personas que, anónimamente, dedicaron su vida al arte de la proyección, la promoción y el transporte de las escasas copias que llegaban a la zona, y que hoy en día, les debemos el desarrollo de la industria en la región.

Esta es la historia de uno de ellos, y de los buenos…

Hijo de la Oficina Salitrera Agua Santa y de la pampa. Durante su niñez y juventud conoció los centros laborales de Negreiros, Huara, Santa Laura, Humberstone, Cala Cala, Santa Luisa, Alianza, Bellavista y otros, que hoy en día los recordamos como lugares históricos.

El “Longino”, con su viaje serpenteando el desierto y luego su fantástica bajada de Alto Hospicio, para luego arribar a la antigua estación de Iquique…una postal maravillosa. Fue así como "Don Julio" se inició en el Teatro Nacional de Iquique, y en la proyección de películas.

Con orgullo recuerdo siempre su trabajo de operador cinematográfico, en el que se mantuvo al día, capacitándose, leyendo mucho, pues el avance del sonido y la proyección en esos tiempos era sorprendente.

Posteriormente, al ser trasladado a Antofagasta, los Cines Nacional y Latorre conocieron a un ejemplar trabajador, que se ganó el respeto y admiración de todos sus compañeros de labores, por su profesionalismo e intachable personalidad.

Mención aparte merece Doña Olga, su eterna compañera, infatigable en sus penas y alegrías, que siempre aceptó su carácter fuerte, jamás vencido por la adversidad. Ella mantenía unida a la familia, preocupándose de todo y de todos. El tradicional “Día del Operador” colocaba un alto en su tarea incansable y compartía gratos momentos en un paseo a La Portada o a La Chimba junto a sus compañeros de trabajo. No hubo en el norte otro operador de proyectoras de cine más capacitado y con mayor conocimiento de ellas, como él.

Habituales y frecuentes eran sus viajes de inspección a equipos de cine en las Oficinas Salitreras Ricaventura, Prosperidad, Algorta y Esmeralda. Viajes de madrugada que duraban horas interminables, ya que al día siguiente debían estar operativas. Eran la única entretención del pampino.

Aún se guardan en su casa de calle Bolívar afiches y fotografías de películas de Libertad Lamarque, Shirley Temple, Stewart Granger, Tyrone Power, Cantinflas, Chaplin y tantos otros... Mudos testigos de una época de oro del cine.

Este 25 de Octubre cumplirá 100 años de vida, y si bien él ya no está con nosotros, su recuerdo, personalidad, espíritu emprendedor y voluntad a toda prueba se encuentran presentes en todo momento, en cada sala de cine de la zona, en cada butaca, en cada proyección…

Hoy, al sentarme frente a mi computador, me preparo para ver una película con sólo oprimir una tecla, pero siento que Don Julio -como lo llamaban- acerca una silla, me palmotea la espalda, y se dispone a disfrutar conmigo de la película, tanto como yo.

Esta es la historia de Julio Valdivia Egaña, mi abuelo.


(Wladimyr Valdivia W.)

2 Comentarios: Publicar un comentario

  • Anonymous Anónimo (9:52 p. m.)  

    ES INCREIBLE COMO LA HISTORIA HACE RENACER A LAS PERSONAS, Y COMO A SU VEZ GENERA PERSONAJES MITICOS Y DE TRASCENDENCIA QUE SOLO EL TIEMPO LO PUEDE HACER ... GRACIAS.

  • Anonymous Anónimo (5:24 p. m.)  

    Es una lástima que no se le recuerde en la ciudad. Gran profesional del cine. Varias veces lo entrevistaron las radios locales. Formó una bonita familia con todos sus hijos profesionales. Una noche de verano visitando mi viejo barrio, me acerqué a conversar con él y su esposa, la señora Olguita. Estaba temprano en su casa porque ya no eran los horarios de antes. Se podía poner el reloj por sus entradas y salidas: 13.30 para llegar a la matinee de las 14.00. Vuelta a la casa para tomar once y llegar a la Vespertina o Vermouth de las 19.00 hrs... Regresar para la cena y estar listo para función nocturna que empezaba a las 22.00 y terminaba casi a las 02.00. Fue la última vez que conversé con él y vislumbraba que el cine ya no sería como antes, pues la televisión ya le había quitado mucho espacio. Gracias don Julio por todos los momentos hermosos que nos regaló con sus proyecciones impecables