CRÍTICA: "THE KARATE KID" (2010)
Director: Harald Zwart.
Guión: Christopher Murphey, basado en la historia de Robert Mark Kamen.
Elenco: Jaden Smith, Jackie Chan, Taraji P. Henson, Wenwen Han, Rongguang Yu, Zhensu Wu.
Esperado era este nuevo remake de uno de los clásicos de la cinematografía norteamericana de los ’80, cuando el Sr. Miyagi y Daniel Larusso se enfrentaban a ese hostil grupo de malditos karatecas. La apuesta era arriesgada. Siempre es un misterio el resultado cuando se intenta repetir una fórmula exitosa y aprobada, pero esta vez con nuevos actores, una historia similar pero no idéntica y, por supuesto, otra dirección y nuevos y mejores recursos técnicos.
Este retelling (repetición de una película contada con nuevas situaciones y alterando circunstancias de la historia, no así el argumento central) de “The Karate Kid” (1984) cuenta la historia de Dre Parker (Jaden Smith), un niño de 12 años que se ve obligado a trasladarse a China junto a su madre (Taraji P. Henson) por razones de trabajo. Incómodo en el país, su desadaptación social se agrava cuando un grupo de pequeños matones de su nuevo colegio e integrantes de una escuela de kung fu lo golpean y amenazan, luego que Dre hiciera amistad con la joven Meiying (Wenwen Han), quien se comienza a robar el corazón del pequeño. Inseguro y temeroso, Dre conoce a Mr. Han (Jackie Chan), un autoexiliado maestro de Kung Fu el que lo tomará como su pupilo para prepararlo ante la vida y las amenazas de los colegiales luchadores.
Este nuevo y mal llamado “The Karate Kid” (ya que la disciplina de lucha que vemos es el Kung Fu procedente de China y no precisamente Karate, de reconocido origen japonés) estuvo a cargo del director Harald Zwart, quien ya había incursionado en cintas de corte humorístico familiar con “Agent Cody Banks” (2003) y “The Pink Panther 2” (2009), y tomó todos los riesgos posibles: intentar convencer a miles de seguidores de la cinta original con una versión moderna y retocada; utilizar un protagonista que aprobó con creces junto a su padre en “Pursuit of Happyness” (2006) pero que aún no lo habíamos visto cargar con todo un film a cuestas; y reinventar a un Jackie Chan con un papel que se lleva todo el peso dramático de la cinta, alejándolo de las cómicas peleas a las que nos tiene acostumbrados. Y el resultado fue sencillamente… sorprendente.
Sin superar a la original en términos de trascendencia y sencillez, pretendiendo alcanzar lo emocionalmente épico echando mano de los ya clásicos y modernos recursos técnicos, la película sabe sobreponerse a la gran responsabilidad de cumplir gracias a una serie de aspectos importantes que vale la pena reconocer:
- El gran acierto al elegir a Jaden Smith. El hijo de Will se roba la película con una frescura y espontaneidad que ya se la quisieran los más costosos actores del firmamento hollywoodense. Se aleja de los estereotipos y se muestra vulnerable junto a su madre e imponderable junto a su maestro, traspasando las emociones al espectador e interpretando la base del conflicto. Un carisma único y superior, incluso, al de su propio padre.
- La grata sorpresa de ver a Jackie Chan en un papel absolutamente creíble, uno de los grandes temores al enterarnos de su participación como el nuevo “Miyagi”. Su personaje define el melancolismo, la sabiduría y el dramatismo en la trama, sin sobreactuaciones y con un particular equilibrio.
- La historia en su guión, a pesar de haber sufrido ciertas modificaciones, es contada de manera lineal, sin aspavientos y sin dejar de lado ninguno de los aspectos más importantes a considerar, respecto a las relaciones humanas, el escenario socio cultural y las lecciones de vida a las que el pequeño Dre se comienza a ver enfrentado. Esto último siempre se agradece en formatos donde los actores y las grandes escenas suelen robarse el primer plano. La incorporación y la relevancia que se le otorga al lugar y al “donde”, agrega cierta profundidad acerca de la cultura oriental, aportando por completo a la atmósfera general de la cinta, y la modificación de momentos claves resultaron un absoluto acierto, como el reemplazo del ya clásico “encerar, pulir” por un juego que ni el más suspicaz se podría haber imaginado.
Una película absolutamente familiar, casi de clasificación infantil, sin el alma y el corazón de la primera, pero con todos los ingredientes suficientes para entretener, hacernos cortos sus 131 minutos, y conmovernos en más de algún minuto. Me tomo la licencia de comparar (si no se compara un remake con su predecesora, entonces cuando) para decir que, si bien, la química entre ambos protagonistas se consigue rápidamente, la relación de amistad y paternidad es mucho más sincera y fluida en la cinta de 1984. Por otra parte, las impresionantes capacidades y técnicas aprendidas en tan poco tiempo por Dre hacen mella del realismo del cual si bebe la primera versión, probablemente por carecer de recursos fílmicos y estéticos. Pero aplaudamos lo importante: La relación familiar y la ausente figura paterna, la importancia del respeto, la amistad, la dignidad, la superación, las convicciones y la adaptación transcultural son tratados con mesura y prevaleciendo en toda la narrativa.
Por Wladimyr Valdivia Westphal.
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