CRÍTICA: "LOS ABRAZOS ROTOS" (2009)
Director: Pedro Almodóvar.
Guión: Pedro Almodóvar.
Elenco: Penélope Cruz, Lluís Homar, Blanca Portillo, José Luis Gómez, Rubén Ochandiano, Lola Dueñas y Kiti Manver.
Mateo Blanco (Lluís Homar) se hace llamar “Harry Caine”. Es un destacado escritor, guionista y director de cine. Hace catorce años atrás perdió la vista en un horrible accidente sufrido junto a Lena (Penélope Cruz), su novia de entonces. Hoy, acompañado de Judith (Blanca Portillo), su directora de producción y amiga; y Diego (Tamar Novas), hijo de ella y su fiel servidor, Blanco intenta superar el pasado, trayendo a su memoria la historia de Ernesto Martel (José Luis Gómez), acaudalado hombre de negocios quien acabó con su carrera profesional y vida personal, precisamente, catorce años atrás, cuando financió una de sus películas, trayendo la fatalidad y la culpa a la vida de Caine. Este, tras el accidente de aquel entonces y tal cual él mismo lo señaló, “dejó de llamarse Mateo Blanco”.
“Los Abrazos Rotos” (recientemente nominada a Mejor Película en los Globos de Oro) significa el regreso de uno de los más grandes directores de habla hispana de las últimas décadas: Pedro Almodóvar. Protagonizada por Penélope Cruz (“Volver”, “Vicky Cristina Barcelona”) y Lluís Homar (“La Habitación de Fermat”, “La Mala Educación”), la cinta se presenta como una tragedia noir melodramática con absoluta personalidad, que repasa la fatídica historia de Mateo y su tortuosa relación con Lena, llena de intrigas y secretos, y en donde todo el peso interpretativo recae en él. La cinta se desarrolla principalmente en los estudios de grabación de “Chicas y Maletas”, la película que Blanco comienza a filmar junto a Lena como protagonista, seguido muy de cerca por Ernesto Martel, obsesivo productor y antigua pareja de ella. La exquisitez de sus escenas, la solemnidad detrás del lente de Almodóvar y la naturalidad en la crudeza al tocar los tópicos que el director acostumbra, lo convierten en un film intenso, colmado de pasión y con escenas que serán recordadas por muchos años en la memoria colectiva del cine español.
Con todos estos ingredientes, estamos frente a una de las obras más personales y autorreferentes del director. Todos sus deseos, miedos y temores plasmados en cada texto, en cada toma y en cada enfermiza pasión que siempre suele regalarnos: una complejidad narrativa única y momentos sacados del cine fatídico romántico más clásico de la época de los ’50. En la cinta, Harry Caine comienza a rodar “Chicas y Maletas”, inspirada evidente y libremente en “Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios” (1988), de autoría del propio Almodóvar.
A ratos, el film resulta frío y distante, sin lograr traspasar del todo los profundos sentimientos más allá de la pantalla y el guión queda cojo al momento de cerrar ciertos hechos y momentos que resultan claves en el desarrollo del film. Estos fallos mencionados (si pueden llamarse “fallos”), para cualquiera que reconoce un film de Almodóvar, sabrá reconocerlos ya como parte de su estilo y estética, amada por algunos, criticada por otros, que insisten en no sobrevalorar su trabajo. Esto es única y exclusivamente debido a la “maldita” -y agradecida por todos- obsesión del director por beber del cine en su máxima expresión y como un sensible medio para contar historias a través de las escenas más allá de las palabras. Vale mencionar la solemne banda sonora a cargo de Alberto Iglesias, con temas intensos hechos a medida para cada uno de los exquisitos fotogramas del director.
El cine abordado como proceso de sanación, cerrar heridas y mantener vivo el amor. La pasión, destinada al fracaso, baila entre los detalles, los colores y los insuperables planos que Almodóvar vuelve a imprimir con una calidad artística única. El producto es brillante, no así original, ya que poco nuevo le agrega el director a su extensa y aplaudida filmografía, que por lo pronto, vuelve a ser a través de “Los Abrazos Rotos”, el sensible suspiro de España… para el mundo.
Por Wladimyr Valdivia Westphal.
Trailer:
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