domingo, 17 de agosto de 2008

COMENTARIO: "LA BUENA VIDA"

Chile, 2008, 95 min. (web oficial)
Dirección: Andrés Wood.
Guión: Mamoun Hassan, Rodrigo Bazaes.
Elenco: Aline Kuppenheim, Manuela Martelli, Eduardo Paxeco, Roberto Farías, Bélgica Castro, Manuela Oyarzún, Paula Sotelo.

Santiago de 2008. Teresa (45), Edmundo (40), Mario (25) y Patricia son cuatro habitantes de la ciudad, cuyas vidas se entrecruzan en medio de bocinazos, frenadas y alarmas de autos, pero que difícilmente llegan a tocarse. Sumidos en la vorágine urbana, cada uno de ellos persigue su sueño. Cada uno anhela algo que pareciera ser asequible, pero ninguno lo logra. Lo que obtendrán será inesperado.


La vara había quedado muy alta. "Machuca" (2004), sin ser perfecta, dio que hablar en Chile y dio la vuelta al mundo por su poderoso contenido, confirmando el talento del director. Por lo mismo es que “La Buena Vida”, quinto largometraje de Andrés Wood, no podía ser menos. Cuatro historias de vida suceden en la selva de cemento de Santiago. Teresa (Aline Kuppenheim) es una psicóloga, dedicada a tratar trabajadoras sexuales, separada y madre de Paula (Manuela Martelli), de 15 años y embarazada; Edmundo (Roberto Farías), peluquero que vive junto a su insoportable madre, sólo desea vivir en paz y dejar en buenas manos los restos de su fallecido padre; Patricia (Paula Sotelo) vagabundea por las calles intentando sobrevivir por su hijo recién nacido; y Mario (Eduardo Paxeco), llega a la Escuela de Carabineros con la única intención de ser parte de la filarmónica.

Siguiendo la línea de "Amores Perros" y basado en hechos reales, las cuatro vidas se cruzan temporalmente -no así en el argumento en donde sólo se rozan- en una ciudad perdida, llena de rostros e imágenes, atestados de problemas tan reales como insostenibles. Entre el caos del diario vivir y el mundanal ruido, Edmundo día a día viaja en micro a su peluquería con un peso que no logra sobrellevar y un crédito que nadie le quiere otorgar. Teresa hace lo imposible por llevarse bien con su hija y soportar al padre, cesante y miserable, pero que probablemente aún ama. Mario, educado y dueño de un gran talento, termina convirtiéndose en Carabinero sólo por amar la música y a su clarinete. Y Paula, discriminada y portadora de VIH, patea piedras por las calles sin un peso en los bolsillos ni un centavo de esperanza en su corazón. Cuatro realidades de nuestro país, plasmadas con tino, sobriedad e irremediables desenlaces. Heridas que probablemente nunca terminen por cicatrizar.

Al igual que las numerosas cintas nacionales cuyo estreno estaba planeado para estos meses, (“Tony Manero”, “199 Recetas para ser Feliz”) debió ver retrasado su lanzamiento por culpa de la gran cantidad de superproducciones que inundaron la cartelera estas últimas 4 semanas, lo que mermó en cierto grado la promoción que esta cinta podría haber logrado. Pero a pesar de ello, tenemos uno de los trabajos más conmovedores que haya sacado la industria nacional, viniendo a elevar el nivel de las últimas producciones chilenas, y nada menos que con Kuppenheim, Farías y Martelli, que se roban la pantalla. Tres estereotipos que vemos en nuestra población, trabajo, escuelas e, incluso, en los noticiarios. Alfredo Castro llena la pantalla a pesar de su secundario papel y sus escasas apariciones, y la eterna Bélgica Castro está intratable como la madre de Edmundo, su único hijo. Imposible no vernos reflejados.

Injusticia, maltrato, negligencias, abuso, dignidad, piedad, resignación y aceptación son algunos epítetos con que este drama “real” termina por calarse tan hondo en el dolor que muchas veces nos complace y no logramos (o no queremos) yuxtaponer sobre el fondo, haciéndonos sentir miserables y hasta auto detestables.

Musicalizada por orfeones y sentidas partituras, (incluyendo el tema central a cargo del joven músico nacional independiente Chinoy) y con una fotografía muy particular ya característica en las cintas de Wood, “La Buena Vida” es un retrato a la medida de una realidad desesperanzadora, la misma que vemos en el noticiario de las 10 o en “Mea Culpa”, de la que muchas veces arrancamos y preferimos cruzar por enfrente. El reflejo de nuestra rutinaria y exasperante identidad, acostumbrada a tapar el sol con un dedo, aún incluso, cuando está lloviendo… detrás del vidrio, ventana cerrada y sucia por dentro, tal como el cuadro que cierra la cinta, y entierra el dolor.



Trailer:

1 Comentarios: Publicar un comentario

  • Anonymous Anónimo (1:07 a. m.)  

    Que aforunada soy al saber de este sitio, cada vez que voy al cine tengo la seguridad de que al leer tu comentario me voy acordar de la frase que me gustó, del cambio de escena que me dejó espectante... de muchos detalles que dan ganas de ver de nuevo (ya el vicio) ajjaj, en definitiva muchas gracias por la calidad y calides de tus comentarios, pareciera que estás al último de la sala tomando nota por lo bien que captas la totalidad de ese grato momento que nos entregó Wood. Gracias