viernes, 29 de octubre de 2010

MIS HOMBRES DE PELÍCULA: JOSEPH GORDON-LEVITT


Sólo basta mirar la escena una vez para querer algo con él. Y es que el panorama es bastante atractivo: Joseph Gordon-Levitt sosteniendo una cerveza, totalmente ebrio y cantando “Here Comes Your Man” de una forma tan masculina que hasta The Pixies debería agradecer la impensada y sorprendente interpretación. Gordon-Levitt está de vuelta -en mi vida- y esta vez lo hace interpretando a Tom Hansen, uno de esos tipos que hoy en día se extrañan.

Un arquitecto de profesión que se ha visto en la necesidad de trabajar escribiendo tarjetas de felicitaciones, es la descripción que da las primeras luces del hombre que está detrás de Tom: alguien a la espera de aquel amor que hace que todo valga la pena. Y claro, es bastante entendible el esperar por alguien que te ayude a sobrellevar los días de frustración a los cuales se enfrenta Tom, donde sólo la buena música y el panorama urbanizado que ofrece la vista de la Plaza Ángelus, alivian parcialmente la agonía de no tener “la otra mitad”. Un alivio -que de buena forma arrastra aires de masoquismo- es lo que abrutamente se ve potenciado cuando entra en escena Summer Finn (Zooey Deschanel), su nueva compañera de trabajo. La ilusión de Tom es inmediata. La arrogancia de Summer también. La convicción de estar al frente de la chica de sus sueños es el hecho que marca el primer día de un total de quinientos, durante los cuales Summer vivirá en el corazón de Tom.

Las cosas entre Tom y Summer comienzan como cualquier relación cuyo trasfondo es una atracción unilateral masculina. Tom es torpe y evidente, y Summer parece percibir la razón de tal comportamiento. Con ayuda de su amigo McKenzie (Geoffrey Arend), Tom se declara indirectamente a Summer y lo que sigue es sólo el comienzo de lo que él apreciaría como la unión de dos almas gemelas. El destino en pleno acto. La forma más divina de morir para Tom pasa a ser sin duda, morir junto a Summer. ¿Para Summer? Bueno, ella nunca estaría completamente segura.

Hay hombres que son fáciles de enamorar. Otros que desconocen totalmente el mundo femenino. Incluso existen algunos que tienen el atrevimiento de intentar cambiar a una mujer. Tom sin duda forma parte de este selecto grupo. Con todas estas cualidades indeseadas en un hombre, Joseph Gordon-Levitt logra una caracterización de alguien a quien de todas formas desearíamos amar. Aquel hombre que busca ser mejor persona por ti. Aquel que siente que todo es posible a tu lado. Tom Hansen es un hombre que supera sus miedos junto a Summer, y la vulnerabilidad que evidencia ante ella lo hace un personaje hermoso. ¿Y qué importa si ella no cree en el amor? Él persigue con tal ahínco contagiarla del cariño que siente por ella, que incluso plantea la posibilidad de una reciprocidad innecesaria, como si el amor de él bastara para ambos.

Doscientos noventa días dura el amor entre Tom y Summer. Doscientos diez, el olvido. Al menos Neruda no tenía razón, y Tom fue por más tiempo feliz de lo que fue desdichado junto a Summer. Bueno, gran parte de su desdicha la vivió sin ella. Sólo sus amigos, McKenzie y Paul (Matthew Gray Gubler) y su hermana menor Rachel (Chloe Moretz) acompañan a Tom en su período de abstinencia de lo que él aún cree es su media naranja. Una mitad que no consigue olvidar y que debe recuperar. Ella es la mujer de su vida, la casualidad de su vida, el complemento perfecto: "la única persona en el mundo que lo hará feliz". No obstante, los días por venir le darán poco a poco las razones para comenzar a olvidarla. Un desamor agobiante porque el tiempo no avanza. Un desamor que implica el derrumbe de un concepto, de una razón de vida, puesto que la mayor desilución de todas es la consigna que el comportamiento de Summer instaura en Tom: el destino no existe, ni menos el amor.

Quien no haya estado en el lugar de Tom Hansen alguna vez en la vida, que tire la primera piedra. Sea durante quinientos días, o algo parecido, todos hemos pensado por algún momento que vale la pena vivir la vida por alguien hasta que todo se derrumba. Tom así lo creyó cuando vio por primera vez a Summer y sintió que ella era su alma gemela, que el destino al fin la ponía frente a él. Embargado de desilución, comprendió finalmente la importancia y el poder del propio aliento. Creyó firmemente en que la vida vale la pena vivirla por sí sola y de paso eliminó las frustraciones que de una u otra forma lo acercaron tanto a Summer. Fue ahí cuando comprendió, que las simples casualidades no ocurren sólo una vez en la vida. Y que los días, comienzan desde cero nuevamente.


0 Comentarios: Publicar un comentario