SINCRONÍA: EL LADO OSCURO DEL CORAZÓN
Película: El Lado Oscuro del Corazón (1992)
Dirección: Eliseo Subiela.
Elenco: Darío Grandinetti, Sandra Ballesteros, Nacha Guevara, André Melancon, Jean Pierre Reguerraz, Mónica Galán, Inés Vernengo.
“Pero eso sí, y en esto soy irreductible,
no les perdono bajo ningún pretexto que
no sepan volar
si no saben volar pierden el tiempo conmigo” .
Oliverio.
El Lado Oscuro del Corazón tuvo el mérito de quedarse por bastante tiempo en el corazón cinéfilo, un diario de vida emulsionado con Realismo Mágico. Cine de autor arriesgado, fabricado con arrojo y guerrilla. Es de esas películas que te hacen de alguna manera u otra, reaccionar.
Los textos de Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo intercalados sobriamente, lo hacen un film profundo e intenso.
Historia sobre un poeta treintañero inseguro y errático de contracultura, que recorre los bares maltrechos de la ciudad, temeroso en lo más profundo frente al compromiso. Alguien que come gracias a las letras, la poesía, su aire y su alimento. La visión sobre el artista sensible al mundo y todo lo que conlleva. La muerte como un ser constante que nos vive día a día. Un ser cotidiano que tratamos de hacer invisible. Un personaje que nos aproxima a romper el tabú social.
La imagen simbólica prevalece en paralelo a todo lo que esta cinta le debe a las letras y a la música, sobre todo la textura que adquiere cuando presenciamos una inolvidable versión de “Ciudad de pobres corazones” de Fito Paez. Cantada con cojones, gritos y movimientos desesperados a través de una arquitectura subterránea en una ciudad asfixiada, desmoronada y tortuosa.
Hacia el final nos vemos envueltos en un tributo a la mujer independiente, autónoma, poética, democrática. Prevaleciendo un presagio del cambio y los tiempos que vienen.
La ví hace algunos años en el departamento que arrendábamos con una amiga, un lugar mítico. De esos recuerdos que te hacen sonreír por dentro. A la larga, creo que ese lugar se convirtió en una especie de casa en el árbol, un punto de unión y reunión de nuestros amigos, una ciudad donde todo ocurría: destrozamos, quemamos, cantamos, compusimos, rayamos y publicamos nuestras obras en las paredes. Imaginamos proyectos y los concretamos. Volcamos las ideas más delirantes y surrealistas sobre la nada misma. Juntos, presenciamos grandes películas, grandes canciones, que sin duda para algunos se convirtieron en las obras de nuestras vidas.
El Lado Oscuro del Corazón es una de ella, nos impacto en comunidad, dejo a cada uno de nosotros distintos. Cuántas veces metaforizamos las relaciones en relación al vuelo, la imagen que necesitábamos, el amor por el aire. El amor por el arte. Por eso seguimos creando, creyendo en las letras y los mundos interiores.
Hace algunos días la he vuelto a ver, abrazado con la mujer que acompaña mi vida. Aún seguimos volando.
(Carlos Araya D.)
Dirección: Eliseo Subiela.
Elenco: Darío Grandinetti, Sandra Ballesteros, Nacha Guevara, André Melancon, Jean Pierre Reguerraz, Mónica Galán, Inés Vernengo.
“Pero eso sí, y en esto soy irreductible,
no les perdono bajo ningún pretexto que
no sepan volar
si no saben volar pierden el tiempo conmigo” .
Oliverio.
El Lado Oscuro del Corazón tuvo el mérito de quedarse por bastante tiempo en el corazón cinéfilo, un diario de vida emulsionado con Realismo Mágico. Cine de autor arriesgado, fabricado con arrojo y guerrilla. Es de esas películas que te hacen de alguna manera u otra, reaccionar.
Los textos de Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo intercalados sobriamente, lo hacen un film profundo e intenso.
Historia sobre un poeta treintañero inseguro y errático de contracultura, que recorre los bares maltrechos de la ciudad, temeroso en lo más profundo frente al compromiso. Alguien que come gracias a las letras, la poesía, su aire y su alimento. La visión sobre el artista sensible al mundo y todo lo que conlleva. La muerte como un ser constante que nos vive día a día. Un ser cotidiano que tratamos de hacer invisible. Un personaje que nos aproxima a romper el tabú social.
La imagen simbólica prevalece en paralelo a todo lo que esta cinta le debe a las letras y a la música, sobre todo la textura que adquiere cuando presenciamos una inolvidable versión de “Ciudad de pobres corazones” de Fito Paez. Cantada con cojones, gritos y movimientos desesperados a través de una arquitectura subterránea en una ciudad asfixiada, desmoronada y tortuosa.
Hacia el final nos vemos envueltos en un tributo a la mujer independiente, autónoma, poética, democrática. Prevaleciendo un presagio del cambio y los tiempos que vienen.
La ví hace algunos años en el departamento que arrendábamos con una amiga, un lugar mítico. De esos recuerdos que te hacen sonreír por dentro. A la larga, creo que ese lugar se convirtió en una especie de casa en el árbol, un punto de unión y reunión de nuestros amigos, una ciudad donde todo ocurría: destrozamos, quemamos, cantamos, compusimos, rayamos y publicamos nuestras obras en las paredes. Imaginamos proyectos y los concretamos. Volcamos las ideas más delirantes y surrealistas sobre la nada misma. Juntos, presenciamos grandes películas, grandes canciones, que sin duda para algunos se convirtieron en las obras de nuestras vidas.
El Lado Oscuro del Corazón es una de ella, nos impacto en comunidad, dejo a cada uno de nosotros distintos. Cuántas veces metaforizamos las relaciones en relación al vuelo, la imagen que necesitábamos, el amor por el aire. El amor por el arte. Por eso seguimos creando, creyendo en las letras y los mundos interiores.
Hace algunos días la he vuelto a ver, abrazado con la mujer que acompaña mi vida. Aún seguimos volando.
(Carlos Araya D.)
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