lunes, 3 de septiembre de 2007

SINCRONÍA: PARÍS, TEXAS

Película: París, Texas. (1984)
Dirección: Wim Wenders.

Cuando se levantó había un incendio, las sabanas estaban en llamas. Corrió por el fuego hacia las dos únicas personas a las que quería, pero no estaban ahí. Tenia los brazos en llamas y salto hacia fuera dando vueltas por la tierra mojada. Corrió, sin mirar atrás al incendio, solo corrió hasta que salió el sol, y no pudo correr mas”. Sam Shepard.

Las personas viajan porque quieren ver o conocer, porque quieren encontrarse con otro ser, porque necesitan huir, porque se sienten solas, o porque necesitan buscar verdades en su interior.

Hay hombres que obligatoriamente se pierden en el mundo, porque no encuentran otra forma, huyen o se destruyen, se desatan o se van muriendo poco a poco. Se inundan de oscuridad para que cuando llegue el momento preciso, todo este preparado para abrir las manos y poder captar los rayos de luz.

La primera palabra que pronuncia Travis después de 4 años es: "Paris", y no exactamente por la famosa ciudad francesa. Se refiere a un lugar perdido en el desierto que el compro para su familia, ya que este significaba el primer lazo de amor concebido por sus padres, un acto de amor que de seguro necesitaba replicar. Un hogar.

Es la historia de un padre que vuelve para resolver un conflicto del pasado. De un tipo que pierde la memoria, tal vez voluntariamente porque necesita tiempo para redimirse. Del caminante errante que sale hacia un camino sin nombre entre la nada, pero que aún puede retomar la autopista.

Cuando vuelve no hace más que moverse, porque necesita recuperar la representación de él mismo en el mundo, sobretodo para descubrir cómo convertirse nuevamente en padre, donde la identificación con un hábitat toma real importancia cuando se encuentra enfrentado a la realidad de la que algún día formo parte. Extrañamente, uno de los mayores estímulos para volver hacia el pasado es la proyección de un video familiar filmado en súper 8. La visión del padre enseñando a manejar al hijo. De esta manera mostrarle el camino y establecer un contexto para la comunicación entre el ser y el mundo.

Wim Wenders se atreve a situar a dos personajes en una larga escena, enfrentados uno al otro, hablando sobre el pasado, las fracturas y el abandono. Separados por vidrio, como si fuera una larga columna de tiempo fabricado a base de miedo y culpa. Todos los años de un hombre durmiendo en llamas.

Las revelaciones que impactan se forman en esta habitación, un pequeño nicho que da paso a la redención y a la libertad, es cuando mayor se proyecta el dramatismo, la comprensión hacia los personajes y las emociones que tangiblemente sustentan el cuadro.

A esta película escrita por Sam Shepard y musicalizada por Ry Coder, le tengo un gran cariño, creo que es por su profundidad y sinceridad, Por las pausas y los momentos cinematográficos que siempre se agradecen. O aquella noche que esta increíblemente fotografiada por Robby Mülle.

Son de esas películas que sobre todo se valoran porque, al igual que las personas importantes en la vida, son las que te van mostrando el camino, las que te acompañan y de alguna manera u otra, te abren los ojos. Algo por cierto no menor.

(Carlos Araya D.)

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